La congestión del tráfico y la polución del aire generan un enorme coste económico y en vidas humanas, a las que hay que añadir las muertes por accidentes de tráfico.

La información digital y las tecnologías de las comunicaciones permiten gestionar el tráfico de manera más eficiente. Se pretende conseguir la reducción de contaminantes a través de un uso mayoritario del transporte público o más ecológico (bicicletas, motocicletas, coche eléctrico).

Se refuerzan las oportunidades para las empresas con sistemas de gestión del tráfico – plataformas, softwares predictivos, sensores para aforamiento, semáforos, paneles informativos, señales, etc. – que permitan una gestión “a la carta” del tráfico en una ciudad, con información puntual al ciudadano. También se abren enormes oportunidades para empresas fabricantes de elementos para el transporte público y vehículo eléctrico.

La mayor parte de las ciudades fueron diseñadas y crecieron en la primera mitad del siglo XX poniendo al automóvil en el centro. Hoy en día la tendencia es poner al ciudadano, a la persona, en el centro. Por ello es necesario hacer las ciudades más sostenibles, saludables, seguras y habitables.

La limitación de los recursos como la energía, el agua, el aire limpio, los materiales o el espacio público, marcan una clara necesidad de un cambio en los patrones de consumo, pasando del linear a la circular, para reducir el uso de los recursos y emisiones.

Aparecen sistemas por Internet para compartir recursos de alojamiento, transporte (incremento en el uso del coche, motocicleta o bicicleta compartida) o cualquier tipo de objetos. Por otra parte, se da prioridad a la recuperación de materiales mediante la búsqueda de materias primas secundarias derivadas de un tratamiento previo de los residuos.

Al contrario de la arquitectura centralista del IoT tradicional, en el que los sensores son elementos pasivos, el Edge Computing dota de capacidad computacional a los dispositivos de la periferia de la red.

Los sensores recogen información para que los datos sean procesados más cerca de donde se crean y evitar que ésta tenga que enviarse a través de largas distancias, con el consiguiente riesgo de presentar latencias (algo muy relevante en las comunicaciones entre máquinas).

Los dispositivos de la periferia pueden ser cualquier objeto del IoT: un coche autónomo, un sensor medioambiental, una cámara de seguridad o un semáforo, pero el aumento en viviendas y edificios automatizados y el surgimiento del 5G hacen prever una gran demanda de estas tecnologías.

Las ciudades han sido uno de los primeros lugares donde se ha aplicado el llamado Internet de las Cosas, en un concepto de Smart City donde han proliferado pilotos, pero que ha venido para quedarse. La incorporación de sensores se ha multiplicado, por ejemplo, en el mobiliario.

Así, además del uso tradicional, éste puede aportar otro tipo de información a los municipios y ser un elemento que ayude a la gestión del entorno urbano de una manera más eficiente y sostenible.

En este ámbito se suelen destacar las oportunidades para las empresas de TIC y sensores. Por ejemplo, sensores de humedad que eviten el riego después de llover, sensores de nivel de ocupación de los contenedores urbanos, sensores que recogen datos climáticos, de polución, movimiento de tráfico, etc. Pero no hay Internet de las Cosas sin “cosas”, por lo que los elementos urbanos tradicionales obtienen nuevos usos que les permiten incorporar más valor. Por ejemplo, luminarias con sistemas LED (menos contaminantes), que a su vez actúan de plataforma para incluir sensores o sistemas de carga de vehículos eléctricos.

Elementos de mobiliario urbano cuya función tradicional había sido la gestión del tráfico o el espacio público, están siendo utilizados para un nuevo uso: la prevención de atentados o robos con vehículos.

Tras la serie de atentados producidos en diversas ciudades europeas llevados a cabo mediante vehículos que invaden el espacio de los viandantes o los robos a tiendas producidos por coches que chocan con los escaparates, las autoridades públicas y los propietarios de establecimientos están instalando jardineras voluminosas y bolardos de alta resistencia para impedir el paso de vehículos.

Por otro lado, las ciudades adaptan sus espacios y mobiliario a otro fenómeno social que es los “sintecho” readaptando instalaciones para evitar su presencia en las vías públicas.

Los bancos se sustituyen por sillas con la finalidad de impedir a las personas “sintecho” los utilicen para dormir. La confortabilidad ha quedado relegada en muchos casos al diseño de elementos hostiles.