El último informe de Hiscox dibuja una imagen detallada del ecosistema empresarial español, señalando tendencias clave para los departamentos de RRHH de las pymes industriales internacionalizadas.
Las pymes representan el 99,9% del tejido empresarial español y emplean a más del 62% del talento del país. En 2023, operaban en España unas 2,9 millones de pymes, de las cuales el 54,6% no contaba con asalariados. El 73% de estas empresas pertenece al sector servicios, aunque la industria, con solo un 6% del total, representa el 12,8% del empleo gracias a su mayor tamaño medio.
En los últimos dos años, los costes laborales han aumentado un 11% en las pymes pequeñas, generando tensiones sobre la rentabilidad y la gestión del talento. A esto se suma una tasa de absentismo que ya alcanza el 7%, una cifra especialmente crítica en estructuras con plantillas reducidas, como ocurre en muchas pymes industriales.
Solo el 22% de las pymes cuenta con un plan de igualdad, y de estas, apenas el 42% lo aplica. Además, solo el 41% ha implementado o prevé implementar medidas de sostenibilidad. Las pequeñas y medianas empresas con más de 5 años de antigüedad y facturación superior a 5 millones son las más proclives a adoptar políticas de igualdad.
La digitalización es la tendencia que más avanza. El 75,7% de las pymes ya cuenta con una estrategia digital o prevé desarrollarla en breve. Aun así, solo el 2,13% ha incorporado soluciones de inteligencia artificial, frente al 40% en grandes empresas. Esta brecha tecnológica es clave para los departamentos de RRHH que buscan eficiencia en procesos y captación de talento.
España es el segundo destino más atractivo del mundo para expatriados, lo que representa una palanca infraexplotada para atraer talento internacional cualificado. Esta oportunidad es especialmente relevante para las pymes industriales con proyección global.
Los principales frenos al crecimiento de las pymes siguen siendo el marco regulatorio complejo, los costes de contratación, la presión fiscal y el acceso a financiación. Estas barreras no solo afectan a la competitividad general, sino que reducen la capacidad de las empresas para invertir en talento, formación y desarrollo organizativo.