El Global Materials Perspective 2025 de McKinsey confirma que, tras las fuertes tensiones de 2022-2023, los mercados de materiales entran en una fase de estabilidad relativa de precios, pero con una volatilidad estructural del suministro.
El ajuste de precios del acero y el carbón térmico en 2024 ha devuelto cierto equilibrio, aunque la concentración geográfica de la oferta y el aumento de las restricciones comerciales mantienen un entorno incierto para los fabricantes industriales.
El año 2024 marcó un “reset cíclico” en los metales industriales: el acero cayó un 12 %, el carbón térmico un 13 %, mientras el cobre y el aluminio mantuvieron su rentabilidad.
McKinsey anticipa una evolución más estable de precios, pero advierte que la dependencia de unos pocos países productores (principalmente China e Indonesia) seguirá generando episodios de escasez y subidas puntuales.
A esta volatilidad se suma un entorno más proteccionista y fragmentado. Países con abundancia de recursos (China, Indonesia, Zambia, Gabón) refuerzan las barreras a la exportación y la nacionalización de activos, mientras que la Unión Europea y Estados Unidos impulsan proyectos estratégicos para reducir la dependencia exterior.
El resultado es un mercado menos previsible, donde la seguridad de suministro y la trazabilidad de origen ganan peso frente al mero precio.
Para las empresas industriales, esto exige estrategias de aprovisionamiento más ágiles y diversificadas, con horizontes de planificación más cortos, gestión activa del riesgo y mayor integración del reciclaje como fuente estable de material.
El informe dedica una atención especial a los metales de uso intensivo en la fabricación de maquinaria, equipos e instalaciones.
Estos materiales —acero, aluminio, cobre, zinc y níquel— constituyen la base del tejido industrial y muestran evoluciones diferenciadas en función de la energía, la demanda global y los costes de producción.
Acero: Demanda casi plana hasta 2035; la descarbonización se frena en Europa y los aceros verdes seguirán siendo escasos y más costosos.
Aluminio: Crecimiento moderado (+2 % anual) impulsado por la electrificación y la defensa; los costes energéticos serán determinantes para su competitividad.
Cobre: Material crítico para redes eléctricas, digitalización y centros de datos; riesgo de déficit estructural si no se abren nuevas minas.
Zinc: Demanda estable, sostenida por galvanizados y avances en reciclaje; oferta concentrada en Asia y África.
Níquel: Corrección coyuntural de precios por exceso de oferta en Asia, pero continuará siendo esencial para aceros inoxidables y baterías.
El conjunto de materiales ligados a la electrificación —litio, cobalto, manganeso, grafito y tierras raras— representará más de la mitad del crecimiento total de la demanda mundial hasta 2035.
Aunque la adopción del vehículo eléctrico se ha ralentizado en Occidente, la expansión en Asia mantiene la presión sobre la oferta.
Innovaciones como las baterías de sodio-ion, los motores sin imanes permanentes o la minería submarina podrían alterar la estructura de demanda en la próxima década.
Para los productores industriales, el escenario descrito por McKinsey refuerza la necesidad de gestionar los materiales como un activo estratégico, no solo como un coste operativo.
El acceso, la estabilidad de precios y la trazabilidad pasan a ser factores críticos para la competitividad de la industria europea.
Costes relativamente estables, pero con riesgo de disrupciones puntuales y mayores exigencias de trazabilidad.
Mercados más fragmentados y politizados, que requieren diversificación geográfica y acuerdos de suministro de largo plazo.
Oportunidades en circularidad y eficiencia material, mediante rediseño de equipos y uso de metal reciclado.
Necesidad de inteligencia anticipada, para adaptar la gestión de compras y sostenibilidad a un entorno global menos previsible.
McKinsey & Company (2025). Global Materials Perspective 2025. https://www.mckinsey.com/industries/energy-and-materials/our-insights/global-materials-perspective#/